Escritores de brújula, de mapa o híbridos



Si escribes, es altamente probable que te lo hayan preguntado alguna vez. Es posible, incluso, que haya sido tu propia voz interna la que te ha acosado con estas cuestiones.

Y tú, ¿planificas lo que vas a escribir antes de ponerte a ello? ¿Haces resúmenes? ¿Tarjetas? ¿Esquemas? ¿Sabes cómo va a terminar tu historia cuando la estás empezando? ¿O vas a lo loco y saltas a la piscina sin comprobar si hay agua?

Lo que te están preguntando, claro, es qué tipo de escritor eres: ¿de brújula o de mapa?




¿Qué es un escritor de brújula?




Los escritores de brújula son aquellos que, como decíamos antes, se lanzan a la piscina sin pensar y sin pararse a mirar si va a haber o no agua debajo. Corren a la aventura a lo loco, llevados por impulsos pasionales, por musas, por el fantasma de la inspiración. Viven de la adrenalina, de no saber dónde van a acabar, con qué personajes se van a encontrar, qué insólitos giros argumentales se les ocurrirán sobre la marcha.

Estos autores, que cogen el primer tren que pasa sin conocer el destino y llevándose solo una pequeña brújula, saben que se arriesgan a que, efectivamente, no haya agua en la piscina, en cuyo caso el golpe puede ser bastante duro. Si su coche se queda sin gasolina en mitad del trayecto, como mucho sabrán dónde está el Norte, pero no podrán precisar mucho más su ubicación.

El impredecible viaje del escritor de brújula.

Dicho de otra forma, los escritores de brújula son conscientes de que, en el momento en que su inspiración les falle, pueden encontrarse de golpe con una historia a medias que empezó con mucho garbo y potencial para terminar condenada a coger polvo en un cajón olvidado. 

Y eso por no hablar de que pueden escribir toda una novela para percatarse en el último capítulo de que, al trabajar sobre la marcha, fueron olvidando detalles que tenían claros en un principio, haciendo que la atractiva presidenta del país del principio de su historia acabe siendo un anciano primer ministro, o que ese personaje que tanto protagonismo parecía que iba a tener al empezar haya terminado desapareciendo en algún punto del libro.

¿Y qué decir de todas esas ideas fantásticas que se pierden por el camino al encontrarse con encrucijadas de las que no sabes cómo salir pero en las que te metiste tú sin ayuda de nadie?

Puede parecer que estoy desaconsejando el método de la brújula y asegurando que no tiene más que desventajas, pero esto no es así. Cuando comencé a escribir, yo era en extremo fiel a esta técnica, y aunque la práctica me ha dado más paciencia y capacidad de contención, sigo siendo una escritora de brújula en mis relatos cortos o cuando necesito desahogarme.

Porque sí, la escritura de brújula es alocada y efervescente, ¿pero quién puede evitar la tentación ocasional de un viaje apasionado, navegando en lo desconocido y lo inesperado a altas horas de la madrugada, delante del portátil, con las ideas bullendo sin orden ni concierto sobre el teclado?

Yo, desde luego, no.



Y entonces, ¿qué es un escritor de mapa?



Pues tal y como su nombre indica, un escritor de mapa es aquel que se va de viaje con todos sus papeles en regla. Vamos, aquel que no da un paso fuera de casa sin haberse asegurado antes de que lleva consigo todos los planos que se ha tirado semanas, tal vez incluso meses, preparando a conciencia.

Los escritores de mapa son, por decirlo más llanamente, esos que invierten un alto porcentaje del tiempo que dedican a un proyecto en prepararse. Se documentan en profundidad, planifican al detalle la historia que quieren desarrollar y se cercioran de que saben qué es lo que quieren contar, cómo, en qué orden, a qué ritmo y con qué destino.

Eso a lo que llamamos mapa puede manifestarse de las formas más diversas. Hay quienes utilizan tarjetas para organizar las escenas de su novela, mientras que otros prefieren hacer un resumen sencillito de la trama desde una perspectiva más global. Hay quienes emplean métodos más elaborados, como el del copo de nieve, y después está ese nutrido grupo de autores que se decantan por las escaletas tradicionales.

La lista sigue y sigue, pero de tipos de mapas y sus respectivas características ya hablamos en este otro artículo.

Entonces, ¿cuáles son las ventajas de ser un escritor de mapa?

La respuesta, en principio, parece bastante obvia. Los escritores de mapa se aseguran de que, para cuando comienzan realmente a escribir, la inmensa mayoría del trabajo está ya hecho. Saben que no van a bloquearse, que la inspiración no va a abandonarlos en mitad de la trama, que no van a encontrarse con agujeros insalvables cuando están a punto de terminar, porque la historia ya está definida ante sus ojos.

Si te lanzas a escribir con tu mapa en la mano, podrás tener siempre presente de dónde vienes, qué camino has recorrido, a dónde te diriges y por dónde tienes que pasar para llegar hasta allí. Eso facilita que seas fiel a tu idea original, evitando de esa forma que comiences a seguir impulsos repentinos en mitad del proceso de escritura que te conduzcan a un punto muerto en el que no sabes cómo has terminado y del que tal vez no logres salir.

Pocas cosas desmoralizan tanto como tener una idea brillante, ponerte a trabajar en ella, empezar a desvariar por el camino y terminar en un callejón sin salida desde el que no eres capaz de regresar a tu espléndido plan inicial. Dejarte guiar por un mapa previo es una manera efectiva de evitar que suceda esto.

La organización es esencial para un escritor de mapa.


Por otra parte, el mapa te sirve también a modo de "simulacro": ¿hay algo que no encaja en la trama? ¿Un giro argumental cuya fuerza se desperdicia por colocarlo demasiado pronto en la novela? ¿Un personaje que de golpe comienza a actuar de forma incoherente o inconsistente con sus rasgos previamente definidos? Una escaleta te ayudará a ver estos problemas cuando estás hilvanando tu historia y las modificaciones necesarias son aún subsanables. Es preferible modificar un esquema que reescribir media novela, ¿verdad?

Pero, ¿y qué hay de las desventajas?

Los detractores del método del mapa argumentan especialmente que planificar sus historias por adelantado estrangula su creatividad, obligándoles después a ceñirse a esos esquemas. En mi humilde opinión, esto no tiene por qué ser así en absoluto: si ha sido el propio autor quien ha elaborado el mapa, ¿no se supone que ha invertido dicha creatividad suya en elaborarlo a su gusto? ¿Cómo van sus propias ideas a coartar su imaginación? Además, ¡nada te impide modificar tu mapa sobre la marcha si lo crees conveniente! Siempre que no termines echando el esquema entero por la borda y convirtiéndote en un escritor de brújula camuflado, dejar espacio a las correcciones y los cambios es perfectamente válido.

Otro argumento en contra de los mapas es, evidentemente, que constituyen una parte tediosa y larga del proceso. Este es posiblemente mi mayor problema con los mapas: concienciarse para trabajar en una escaleta decente, completa y detallada no es fácil, porque hacerlo bien requiere trabajo. Pero, como en todo, la práctica hace al maestro, y un poco de disciplina debería ser más que suficiente para lograr nuestro objetivo si tenemos en cuenta que, al fin y al cabo, estamos trabajando en algo que nos gusta.





¿Son estas todas mis opciones?



En absoluto, porque aquí entra en juego el tipo de escritor más común: el híbrido. Ese que coge un mapa genérico, poco detallado, de esos que no indican los pequeños y bonitos pueblos costeros que se suceden junto a la carretera pero sí todas las autopistas principales y las grandes ciudades. Y, por si las moscas, se lleva también la brújula.

El escritor híbrido dedica tiempo a planificar aquellas cosas que considera importantes, asegurándose así de que llegará a buen puerto pase lo que pase, pero no olvida dejar espacio más que suficiente a la improvisación. Y, si la inspiración le golpea y hay alguna estación cerca, ¿por qué no coger ese tren imprevisto?

Si tienes interés en seguir leyendo sobre los escritores de brújula o de mapa, te recomiendo que te pases por esta entrada de Sinjania, donde exponen sus opiniones al respecto con la claridad y detalle que les caracteriza.

Y ahora contadme: ¿qué os lleváis vosotros de viaje cuando os sentáis a escribir?



Comentarios

  1. Mapas, brújulas, bolis, lápices, libretas y la inspiración (cuando a ella le da la gana).

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